11.4.09

Eclipse


Introdujo las manos en mi pelo y sus labios se movieron de modo lento, pero concienzudo, contra los míos, antes de que me diera cuenta de a qué se estaba refiriendo.
De lo que estaba haciendo.
No me quedaba mucho tiempo para reaccionar. Si esperaba un poco, no sería capaz de recordar por qué tenía que detenerle. Ya empezaba a no poder respirar bien. Aferré sus brazos con las manos, apretándome más contra él, mi boca pegada a la suya, contestando de este modo a cualquier pregunta inexpresada por su parte. Intenté aclararme la mente, para encontrar un modo de hablar.
Se dio la vuelta lentamente, presionándome contra la hierba fría.
¡Oh, vamos, qué importa!, se alegraba mi parte menos noble. Tenía la mente llena de la dulzura de su aliento.
No, no, no, discutía en mi interior. Sacudí la cabeza y su boca se deslizó hasta mi cuello, dándome una oportunidad para recobrar la respiración.
—Para, Edward. Detente —mi voz era tan débil como mi voluntad.
—¿Por qué? —susurró en el hueco de mi garganta.
Intenté imprimir algún tipo de resolución en mi tono.
—No quiero que hagamos esto ahora.
—¿Ah, no? —preguntó, con una sonrisa transparentándose en su voz. Puso sus labios otra vez sobre los míos y se me hizo imposible volver a hablar. El fuego corría por mis venas, quemándome donde mi piel tocaba la suya.
Me obligué a concentrarme. Me costó un esfuerzo enorme el simple hecho de liberar mis manos de su pelo, y trasladarlas a su pecho, pero lo hice. Y después le empujé, en un intento de apartarle. No podría haberlo conseguido sola, pero él respondió como sabía que haría.
Se irguió unos centímetros para mirarme y sus ojos no ayudaron en nada a respaldar mi resolución, ardiendo de pasión con un fuego negro.
—¿Por qué? —me preguntó otra vez, su voz baja y ronca—. Te amo. Te deseo. Justo ahora. Las mariposas de mi estómago me inundaron la garganta, y él se aprovechó de mi incapacidad para hablar.
—Espera, espera —intenté musitar entre sus labios.
—No será por mí —murmuró despechado.
—¿Por favor? —jadeé.
Él gruñó y se apartó dejándose caer sobre su espalda de nuevo. Nos quedamos allí echados durante un minuto, intentando frenar el ritmo de nuestras respiraciones.
—Dime por qué no ahora, Bella —exigió él—. Y será mejor que no tenga nada que ver conmigo.

.

.

.

.
Son más zafaditos y tiernos... (L) No aguanto por leer ese libro y el que sigue...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deadly shoot