25.11.09

Irónico

Finalmente ha llegado el fin de semana, y finalmente con Dante nos hemos vuelto a “reconectar”.
El miércoles nos encontramos en el salón. Charlamos casualmente sobre temas sin importancia hasta que llegó el profesor. Hicimos lo mismo en los siguientes cambios de hora. Luego, cuando llegó el recreo, él debió irse con sus amigos a una práctica de scrool y yo me la pasé repasando para unas evaluaciones. En sí, fue la mima rutina el jueves y el viernes. Por fin podía hablar con él de nuevo, pero esta vez estaba algo más conservador. Cuando quería preguntarle sobre la noche de la fiesta, directamente me cambiaba de tema. Con tal de seguir charlando con él, le obedecía.
Yamila volverá el sábado. Dice que fueron dos semanas realmente agotadoras, que me extraña, que extraña Villa California y que se muere por mostrarme el nuevo corte de pelo que se hizo. Me va a traer un regalito de Rosario, me cuenta, que me va a encantar y que no voy a para de usarlo. Yo, como siempre, la escucho.
El castigo terminó y puedo ver televisión y navegar por internet sin necesidad de hacerlo a mitad de la noche. A veces me pregunto si los castigos que me hacen no son lo demasiado duros, como si fueran para una niña pequeña. Pero no me importa, mejor si no son tan horribles como los de las películas.
Anisa y yo estamos un poco más tranquilas y volvimos a hablarnos. Ella no me para de recordar que faltan dos semanas para mi cumpleaños nº 15, que según ella es el día más importante de mi vida. Yo me pregunto, ¿el día más importante no es el día en que nacieron tus hijos, o el de tu boda? A veces no la entiendo… Pero en fin, tanto hablar ella y yo le digo que no, que no quiero la súper fiesta que ella me quiere organizar, que para mí es un cumpleaños más y que odio las fiestas de 15. ¿Para qué gastar tanta plata si después de todo, es otro cumpleaños? Además, yo no le veo tanta importancia al número 15. “Antes, sos una nena. Cuando cumplís 15, te convertís en mujer,” me dice Anisa. Pero no lo creo. Conozco chicas de 16, 17, 18 años que siguen comportándose como niñas de 10 años. No hay diferencia. Pero ella me sigue reclamando… Que soy la única hija mujer, que tengo que hacer algo, que es increíble que no me gusten las fiestas. Pero es así.
Y claro, no se entiende. La madre rica, que disfruta de comprar compulsivamente y llamar la atención. Y la hija ahorrativa, que odia la ropa nueva y prefiere el anonimato. Es irónico. Pero crecí así. Que se culpe ella si me caí de la cuna de bebé o mezcló la leche de la mamadera con ferné. Yo no tengo la culpa.
A veces me pregunto si Anisa y yo no venimos de planetas diferentes.

Sean PACIENTES que ya se van a enterar de porqué le dejó de hablar... ^^

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Deadly shoot