25.11.09

La entrevista

Aún estoy atónita, como la primera vez que hablé con Dante.
Luego de una semana agotadora, la fiesta del jueves quedó por completo olvidada (ahora la protagonista era una fiesta de 15 en la que la madre, según escuché, contrató stripers para su propia hija). Yamila aún no ha vuelto. Su familia anda de malas, y diría que el cuerpo de su abuelo estará bien podrido para cuando toda su familia se junte. Hablamos por teléfono día por medio. Ella me relata las aventuras que tiene con sus atractivos primos, y yo sólo la escucho. A veces me pregunto si Yamila me tiene a mí para escucharla, nada más. Pero al menos me salva de las situaciones más horrorosas. Pero eso no viene al tema…
El lunes volvió a faltar Dante, pero el martes sí vino. Resulta que a la profesora de Formación Social se le ocurrió hacer un trabajo para unirnos más como grupo. La consiga era, de a dos compañeros, hacerle cinco preguntas sobre sus gustos, escribir un texto con ello y luego leérselo a la clase. La única excepción era que debíamos hacerlo con alguien que no estuviera dentro de nuestro grupo de amigos. La profesora se las arregló para armar los dúos: usó la lista de nombres y juntaba el primer apellido con el último y así hasta terminar. Lo peor fue que, los últimos dos apellidos que quedaron por unir eran Matinalli y Onegas. Justo en el medio, enfrentados. La cara de Dante al escucharlo se volvió pálida, pero en cuanto cruzamos miradas (yo ya lo estaba viendo desde hacía rato), volvió a ponerse serio. Se puso de pie y, al llegar cerca de mí, tomó una silla y se sentó enfrente lo más lejos que pudo. Creo que me ruboricé, pero él bajó la cabeza a su carpeta. Golpeaba el borde de la mesa con el lápiz y parecía nervioso. Me puse derecha. Luego de unos minutos, me cansé.
- ¿Vamos a comenzar o no? – pregunté, segura de mí misma. Me miró sin mover la cabeza y, levantando sus cejas, me dijo:
- ¿Qué te parece? -
- ¿Empiezo yo? – de repente, había una situación de tensión entre medio de nosotros dos. No sabía que era lo que lo provocaba.
- Me parece que ya lo hiciste… - respondió. Se movió. Cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó su pecho sobre ellos, acortando la distancia entre él y yo. Sonrió como antes, sólo que esta vez más falso. Era un mal mentiroso. - ¿Y? ¿Qué tenés para preguntarme? – estaba siendo tan molesto…
Estrujé mis sesos en busca de un buen argumento.
- ¿Un color? – fue lo primero que se me vino a la cabeza.
- Verde –
- ¿Un lugar? –
- La carpintería de mi abuelo – me sorprendió la respuesta, pero igual la acepté.
- ¿Una comida? – eso no lo produje yo. Fue mi mente que se dejó llevar. Dante me miró irónico, cómo burlándose.
- Preferiría no responder esa pregunta, pero sólo pensar en la carne de búfalo me hace agua la boca – lo dijo todo con una sonrisa terriblemente irresistible. No pude evitar imaginarme a Dante sentado en una mesa con cubiertos en sus manos y un enorme búfalo como plato principal. Sonreí al acordarme de que esa no era su manera de comer, seguramente.
- Wow, me dio hambre de repente – le respondí, arqueando las cejas. Ambos reímos un poco. En un instante, la tensión se calmó y pudimos proseguir sin cuidado. - ¿Un aroma? –
- Las frutas tropicales – respondió, mirándome directamente a los ojos. ¿Era yo o frutas tropicales no es el aroma de mi champú? Olí mi cabello disimuladamente en busca de una respuesta. Eran frutas tropicales. – Te queda una –
- Veamos… ¿Un recuerdo? – era mi última oportunidad.
- Esa es muy difícil –
- Pero es coherente… Vamos, ¿por qué no buscás en tu memoria algo lindo y significativo? –
- Prefiero otra pregunta –
- ¿Una persona? –
- Giselle… - bajó la mirada. – Mi mamá. ¿Contenta? –
- Obvio – le respondí. Me sentí decepcionada, pero igualmente anoté todo en mi cuaderno.
- Es mi turno – dijo cuando vio que acabé. Me sentí intimidada.
Me puse en la misma posición que él, acortando aún más nuestra distancia. El tener su rostro tan cerca del mío me provocó algo increíblemente incontrolable. Ahora con más detalle, noté que su piel era casi perfecta. Tenía un aspecto suave, juvenil, brillante. Morena, pero visiblemente maravillosa. Mis ganas de levantar las manos y acariciar esa irresistible piel aumentaron a medida que mi corazón acrecentaba sus latidos. Esa sensación fue percibida por Dante, que se movió, recostándose nuevamente contra el respaldo de su silla. Me sentí decepcionada, de nuevo.
- Si estuvieras por morirte, ¿qué sería lo último que romperías? ¿Una taza de té, un maniquí en miniatura o una carta a tu abuela? – su pregunta me confundió.
- ¡¿Cómo?! ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Y qué tiene que ver con mis gustos? – le dije, pero se cruzó de brazos esperando mi respuesta. Me rendí. – Creo que… el maniquí – fue mi decisión.
- Ok – dijo, mientras lo anotaba en su cuaderno. Se tardó demasiado, por lo que quise ver qué estaba escribiendo. Se percató de ello y bajó el anotador para formular otra pregunta. – ¿Flores o frutas? – otra cosa extraña.
- ¿En qué sentido? –
- En todos –
- Bueno… Flores – lo anotó en cuanto lo dije.
- Estás en un barco, en medio del Pacífico, sin mapa y en medio de una tormenta, ¿rezás o actúas? – otra rara, difícil e inentendible pregunta de Dante.
- Actúo. Llamaría a la Guardia Costera, tomaría control del timón, lo que sea con tal de sobrevivir – era lo obvio. Asintió y anotó.
- Buena respuesta… Ahora, ¿un padre golpeador o un amigo traicionero? –
- ¿Qué? ¿Estás loco? –
- Es un gusto tuyo… -
- Diría que me quedaría con el padre golpeador – lo tomé con una respuesta coherente. – Sé su próximo movimiento, a diferencia del amigo traicionero – lo anotó.
- Por último, ¿rosa clásico o fucsia? –
- Mm… Rosado – respondí. Lo anotó.
- ¡Terminamos! – levantó la mano Dante. Me quise morir. Yo ni siquiera había hecho el texto… ¿Qué se traía entre manos?
- Muy bien, chicos, ¿quién comienza? – respondió la profesora Gómez, poniéndose de pie frente a la clase.
- Yo, profesora – dijo Dante. Me guiñó un ojo en señal de que me había salvado… Creo.
- Adelante – Dante se puso de pie, con el cuaderno en las manos. Tosió para aclararse la garganta, sin antes mirarme unos segundos. Tomó aire y comenzó –
- Mi compañera, Giselle, tiene gustos bastante variados. En primer lugar, definitivamente odia las apariencias, aunque no lo pretenda. Por otro lado, disfruta de los alimentos, con todos los sentidos. También le agrada lo inesperado y hace las cosas por sí sola. Elige a la familia frente a todo lo demás. Y tiene cierto agrado por las cosas clásicas – lo miré preguntándome en qué carajo me estaba metiendo. ¿Qué acababa de decir? ¿De dónde sacó todo eso?
- Bueno… Muy bien, Dante. Se nota que trabajaste muy bien – respondió la profesora, con una mirada algo confusa. – Ahora vos, Giselle –
- No terminé, profesora – le respondí. Dante tomó asiento.
- Está bien. Después veremos… ¿Quién más terminó? – la profesora se distrajo y yo me concentré en mi principal importancia: él.
- ¿De dónde carajo sacaste todo eso? –
- De tus respuestas, obvio –
- ¿Pero… cómo? – tomó aire para responderme.
- Como decidiste romper el maniquí, aclaraste que no te gustan las apariencias – tenía razón, pero yo acababa de notarlo. – Elegiste las flores en vez de las frutas. Te gusta su aroma, y como tranquilamente las flores se pueden comer, también te gusta su sabor. Las disfrutás con todos los sentidos, como yo dije – era verdad. – Actúas en vez de rezar, sos una chica de armas tomar, de las cosas que no se esperan. Preferiste el padre golpeador al amigo traicionero, por lo que te quedás con tu familia antes que todo. Y lo del rosado, fue una idea. Sos clásica. ¿Ahora lo entendés? –
Tenía razón frente a todo. De esas preguntas tan revoltosas, sacó estas conclusiones tan acertadas y complejas. Seguramente ninguno de mis compañeros lo hubiera logrado.
- Wow – fue lo único que se me vino a la cabeza. Él sólo me sonrió, esta vez, de verdad.

La última vez que lo vi en el día fue cuando sonó el timbre de salida. Estaba guardando mis útiles tranquilamente cuando sentí una mano en el hombro.
- Que te vaya bien, Giselle – me dijo, serio.
- A vos también – le sonreí. Me devolvió la sonrisa, retiró la mano y se alejó a trompicones del salón.
Vaya, ¡qué mañana!

Querían emoción... Ahí la tienen ^^

1 comentario:

  1. me encantoo laraa... pero = siguo sin entender por que no le hablaba, viste que soii media lentaa :P nos vemosss

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Deadly shoot