24.11.09

Mente macabra

Bueno, parece que durante un rato largo no voy a ver a mi amiga Yamila. Su abuelo falleció el domingo y están reuniendo a la familia para el sepelio en Rosario. Me lo contó el lunes por la tarde, hablando por teléfono. Le di mi pésame, pero ella me lo rechazó. No conocía tanto a su abuelo como para llorarle. Así como yo, que mis cuatro abuelos murieron antes de que yo dejara los pañales. Las consecuencias de tener padres grandes…
En fin, el martes fue un poco más calmado. Llegué más preparada para enfrentarme a las burlas de mis compañeros. Y Dante estuve presente, sólo que más extraño. Me ignoró durante toda la mañana. De a ratitos me volteaba para verle en el banco de atrás, pero él miraba al frente. Tenía una expresión triste y enojada en su rostro, como si se estuviera guardando algo. Esperaba que fueran las ganas de hablarme de nuevo. Al tocar el timbre, me encontré sola, como siempre, esperando a mamá.
Estoy enojada con Anisa, y lo sigo haciendo. Nuestra relación no fue muy buena, después de todo, desde mi nacimiento. Papá me decía que cuando ella me alzaba de bebé, yo lloraba desquiciadamente. La pobre estuvo como dos años con psicólogo por ello. Igual yo no tengo la culpa, era un bebé. Pero ahora estamos sin hablarnos ni nada. Sólo cumplimos nuestras tareas y chau.
Mis tardes están repletas de tareas. Yo misma me obligué a dejar de pensar en Dante. En cambio, leo alguna novela, juego un rato con Liam, limpio. Limpiar es mi terapia, por lo que esto se me vino bien. Cuando limpio, no tengo mente. Mientras mis manos estén en movimiento y el polvo sea fácil de barrer, mi cerebro no reproduce nada.
Hoy es jueves, y ya extraño la normalidad de antes. Extraño a Yamila, aunque no fuese tan buena amiga. Extraño mi anonimato en la escuela. Y sobre todo, extraño a Dante, sus charlas –aunque fuesen apenas tres-, su sonrisa y su pelo alborotado. Creo que me está gustando demasiado.
De a ratos, cuando mi mente se despierta, me acuerdo de él. De lo lindo que era estar junto a él. De lo maravilloso que se sentía escuchar su voz. De lo hermoso que se veía cuando el viento lo despeinaba aún más. En fin, de cómo era.
Ahora, era más callado, más guardado, más superficial. Lo veía, pero no observaba a Dante, el chico que fue tan amable conmigo apenas una semana atrás. A veces mi mente me decía que era sólo un engaño y que jugó conmigo, pero mi corazón decía que no era verdad. Algo lo estaba callando, algo le prohibía acercarse a mí, y no creo que fueran las leyes de Villa California. Después de todo, él ya las había roto antes. Había algo más, escondido, que lo detenía.
Por mi parte, a mí sólo me detenía mi estúpido orgullo y mi macabra mente.
Pero hay algo. Existe algo en mí que me dice que volverá a acercarse, que nada nos detendrá y que todo va a estar bien. Y pienso que es una esperanza en vano, porque, conociéndolo lo poco que lo conozco, este chico es muy valiente y arriesgado, y si fuera por él, me hubiese vuelto a hablar el martes mismo. Siento que es injusto, odioso, que no lo merezco, y él tampoco. Y quiero verlo, quiero arriesgarme y escuchar su voz y ver su sonrisa de nuevo. Sé que intercambiamos un par de palabras, apenas, y sin ninguna importancia. Pero es algo que no puedo controlar… Se me olvida que es un licántropo, que podría asesinarme si así lo quisiese y que va en contra de las reglas, ¡pero no puedo evitarlo! Mis ojos lo ven tan humano, mis oídos lo escuchan tan natural, ¡lo siento tan real!
Y recién ahora me doy cuenta. Realmente me gusta Dante, y demasiado.

_

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deadly shoot