13.11.09

Licántropos en Villa California

Había una vez una escuela llamada Victoria de los Ángeles y se hallaba en una remota ciudad de Argentina llamada Villa California. Y yo vivo allí.

Siempre fui la mimada. Claro que mi padre fue el intendente de Villa California desde antes de mi nacimiento y mi familia se da algunos lujos con esa profesión. En sí, nunca me he quejado de mi vida y nunca me ha faltado nada. He tenido desde viajes al exterior hasta las prendas más caras y exclusivas. “Creciste con escarpines de oro”, como siempre dice mi madre. Es verdad, y hasta ahora, mis zapatos siguen valiendo oro…

Villa California es un pequeño refugio de la realidad situado en la zona litoral de Argentina. Nunca hacen menos de 6º C y la lluvia abundante suele visitarnos al menos dos veces al mes. Pero eso no es lo más importante que tiene Villa California. Bueno, para los de afuera es sólo un pueblito húmedo y aburrido, pero para los que vivimos aquí desde siempre, es todo lo contrario.

En una palabra, licántropos. Y en dos, hombres lobos. Como quieran decirles, son las mismas criaturas bestiales y atemorizantes. Humanos comunes y corrientes rondando entre los verdaderos humanos que tienen la característica de convertirse en lobos (o algo parecido) durante las noches.

Verán, hace sólo un par de décadas, se autorizó en este pueblo que los licántropos convivieran entre los humanos, estando a prueba y siendo sacrificados sino cumplían la ley de proteger a los mismos (en sí, los mataban si lastimaban a alguien normal). Fue un grupo de hombres lobos quien pidió por este permiso, ya que estaban cansados de rondar por los bosques sólo por ser diferentes a los demás. Y ante la creciente invasión de ellos a los alrededores de Villa California, mi abuelo (¿mencioné que los intendentes de esta ciudad fueron siempre de mi familia?) se vio obligado a fallar a favor de esta ley… Y así volvemos al principio.

Victoria de los Ángeles es la única escuela del país (y creería del mundo) en la que conviven estudiantes humanos y licántropos. La mayoría del tiempo son sólo otros alumnos, pero durante las clases de gimnasia, las noches y los primeros domingos de cada mes son diferentes. Depende del gobierno de Villa California y es ignorada por casi todos los demás habitantes de Argentina.

Yo voy a esa escuela. Y a mis escasos años la odio. Pero es la única escuela secundaria de allí y no me gustaría mudarme a la gran ciudad sólo por ese motivo. Y la razón de ese odio es muy, pero muy profunda.

No recuerdo muy bien cuándo fue (sólo que era un martes de otoño) ni en qué circunstancias, pero tenía unos tres o cuatro años y la luz se había cortado. Estaba en la casa de mi abuela, a las afueras de Villa California y en medio de un campo. Sola en una habitación y la luna era la única linterna que tenía para alumbrarme. Lloraba. Lloraba porque tenía miedo. Y efectivamente, temía que apareciera un licántropo, ya que en esos tiempos ya me habían inculcado el miedo hacia ellos. Sola, sólo escuchando los pasos apresurados de mi madre en el piso de abajo buscándome. “¡Giselle! ¡Giselle!” Me gritaba. Pero el temor me ensordecía y estaba demasiado asustada para responder. De repente, algo parecido a un gruñido le siguió la ventana abierta. En las oscuras, pude divisar un pelaje marrón claro con los pelos parados y su respiración agitada. Caminaba siligiosamente, y sabía que yo estaba ahí. Mi corazón se detuvo cuando hallé sus ojos a centímetros de mi rostro, como dos lunas amarillas encandilándome del susto. Me saboreaba con la mirada y esperaba el momento perfecto para abalanzarse sobre mí y matarme. Hasta ese entonces, pensaba que los licántropos sólo comían conejos y otros animales pequeños; no humanos. Descubrí que fui bastante ingenua. Pude oír su lengua precipitarse en su boca. Tres segundos después, saltó sobre mí. Me puse de pie y empecé a correr por la habitación. Escuchaba los jarrones de mi abuela romperse en la oscuridad y pisé bastantes restos de vidrio que lastimaron las plantas de mis pies descalzos. Nunca ese cuarto se me había hecho tan pequeño y tan grande a la vez. Nunca los segundos se me habían pasado como horas. Y nunca sentí las venas sobresalirme de la piel. Cuando me rendí, al sentir sus patas posadas sobre mis hombros, me arrodillé, cubrí mis oídos y lloré con todas las fuerzas. Si me comía, quería que lo hiciera rápido, arrancándome mi cabeza primero para no sentir lo demás. Pero un estruendo lo calmó todo. Lo siguiente que vi fue a mi padre en la puerta con su escopeta humeante apuntando hacia donde estaba yo. El golpe que se produjo cuando la bestia cayó al piso fue el ruido más ensordecedor y tranquilizador que escuché. Lo siguiente fue sentirme flotando en el aire, abrazando a mi padre y dormirme plácidamente sobre su pecho. Desde esa noche, las pesadillas me acompañan todos los martes.

¿Ahora se entiende por qué los odio?

A medida que fui creciendo, me fui enterando de más detalles de las consecuencias de ese ataque. Ahora los licántropos vivían todos juntos en una especie de barrio asegurado y sólo se les permitía salir hasta las 9 de la noche. Perdieron varios derechos, como la libertad de entrar a los bosques y el relacionarse íntimamente con humanos. Les arruiné la vida a varios licántropos, estoy segura. Y por ello tengo aún más miedo de lo que me puedo encontrar cuando salga a la calle.

También cabe asegurar que nunca más volví a la casa de mi abuela y nunca más dormí sin una luz .

prendida y las ventanas blindadas.

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Estoy taaaaan al pedismo que se me ocurrió (por el momento) publicar esto. El libro de comentarios está abierto para cualquiera, aunque no tenga blog. Acepto críticas constructivas ;). En fin, que les guste y POR FAVOR comenten algo de su opinión sobre el capítulo. Hay más... depende de la magnitud de la respuesta de la publicación de éste.
¿Por qué estaré hablando como periodista de revista informativa? *_*
Duerman lindo (:
Adeooos ♥

1 comentario:

  1. me encantoo laraa!!!
    es mucho mas lindo de lo que me imaginaba,
    en realidad leer es mucho mejor que me lo cuentess
    nos vemoss mañanaa y subii otroo
    te quieroo lucii garbosoo

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Deadly shoot