30.11.09

Todos cambian

Algo increíble ha sucedido. Al menos, increíble para mí.
El lunes me levanté con un profundo dolor en la garganta. Anisa llamó al doctor (otra cosa buena de ser la hija del intendente es que no hay necesidad de pedir turnos en clínicas) y nos dijo que no era nada más que una faringitis leve. Me recetó unas pastillas y un día de reposo. Con el insoportable ardor en la garganta me dormí hasta las 4 de la tarde, y digamos que me “olvidé” de Dante, porque apenas podía pensar en la escuela. Ese lunes pasó rápido. Yamila me mandó un par de mensajes a las 5. Comí muy poco. Apenas jugué con Liam –claro está que Anisa fue la culpable de ello, ya que no quería que el bebé se enfermase también.
El martes fue el protagonista de la semana.
Esta vez asistí a clases (bien abrigada, claro está) y me encontré con un Dante bastante emocionado por mi llegada.
- ¿Estás bien? – fue lo primero que me dijo, en cuanto dejé los libros en el banco. Estábamos de pie, él a unos escasos centímetros de mí. Sentía su respiración nerviosa sobre mi hombro.
- Un catarrito nomás – mentí. Algo me decía que era mejor que no le venga con el discurso médico complejo… Volteé mi cabeza a él y le dediqué una mirada amigable. Cerró los ojos y sonrió, como aliviado.
- ¡Me tuviste preocupado! – rió. – Nunca faltaste en todo el año… -
- ¿Yo tuve preocupado a un licántropo? Wow, ahora sí puedo morir tranquila – bromeé. Entonces me di la vuelta y me senté sobre el banco. - ¡Ey! Aún me debés las explicaciones de porqué te fuiste de la nada el día de la fiesta y me dejaste plantada…
- Giselle… - sacudió la cabeza, guardándose la bronca. – No puedo contarte – me respondió. La seriedad y sinceridad de sus palabras me calló. Luego de unos segundos, volví a hablar.
- Sería mejor que te vayas… - le dije, en cuanto divisé el flequillo loco de Yamila acercarse por la puerta.
En su rostro hallé una expresión de enojo, pero no conmigo. O más bien, quería descargarse ese enojo conmigo.
- ¡Los padres existen para joderte la vida! – fue lo primero que dijo. Soltó los libros sobre la mesa y se tiró en la silla, golpeando el bolso con el suelo. Me senté cautelosamente. Necesitaba aclarar mis oídos para escuchar su palabrerío.
- A ver, Yamila, ¿qué pasó? –
En cuestión, sus viejos la encontraron fumando en el patio de su casa. Ella dijo que lo estaba haciendo porque ellos estaban trabajando y no sé qué. En fin, su mamá llegó más temprano. Ella no la escuchó. Salió a tender la ropa y halló a su hija de 15 años con un cigarro encendido en su boca y una nube de humo sobre su cabeza. Yamila se quedó petrificada, sin saber qué hacer. Entonces su madre se acercó a los gritos, llamó a su papá y le inspeccionaron la pieza y encontraron dos paquetes de cigarrillos en su cómoda. En cuestión, no tendrá su “súper fiesta de 16”, ni salidas los sábados (y el resto de la semana incluido), tiene que levantar todas las notas de la escuela y hasta la van a llevar al psicólogo para aclarar su rebeldía. Todo esto me lo dijo en voz baja, mientras la profesora tomaba lección oral. No quiere que nadie se entere, porque ese sería el fin de su “buena reputación”.
- Yo no sabía que fumabas, amiga – le dije. Estaba sorprendida, pero aún así me lo esperaba de una chica como Yamila.
- Es que es reciente… - tomó aire. – Los chicos fuman, ¿sabés? Y una vez uno, que por cierto era hermoso, me preguntó si yo lo hacía. Porque si tomaba, también tenía que fumar, ¿no? Entonces le robé un par a Laura y asunto resuelto. Pero es nomás uno por semana, sin contar los de los sábados… - lo dijo como si esa fuera una excusa para arruinarse la vida. Verdaderamente, no tenía la misma filosofía de vivir que Yamila. Es más, ahora estaba furiosa con ella.
- ¿Y por qué nunca me contaste? – le pregunté.
- Bueno… viste… - sabía adónde no quería ir. Soy la santa y purísima hija del intendente. ¿Por qué confiar aventuras adolescentes con una chica así?
- Basta – le respondí, ya que aún seguía tartamudeando buscando una buena, y mentirosa, respuesta. Mordí mis dientes en busca de alivio. En serio estaba enojada con ella.

Me olvidé completamente de Dante durante toda la mañana. Ahora mi mente pensaba sólo en Yamila. La llamaba amiga, y aún así, no podía confiar en mí. Aunque sí, la respuesta que le iba a dar de mi parte era un “no te conviene” o “te estás arruinando la salud”, tranquilamente me lo podía decir. Y además, me molestaba por otro lado el hecho de que se deje llevar por su “grupito de amigos”. Si todos fuman, ¿por qué ella tiene que fumar? A ver, si todos agarran un revólver y se disparan en la cabeza, ¿ella también lo va a ser? No sé, estoy enojada por una estupidez, pero me gusta pensar en la gente, servirles de ayuda.
- ¿Problemas de amigas? – preguntó con su voz melódica. Como todos los días, esperaba a Anisa en las escaleras.
- Algo así – respondí. El hecho de tenerlo bien cerca de mí me tranquilizó.
- Hay bastantes mierdas rondando sueltas por el mundo, Giselle. Tratá de nunca meterte con una así – me aconsejó, sentándose junto a mí. Me llegó al instante su aroma varonil.
- Es que es difícil… - excusé. – Somos amigas desde siempre. Y ahora está como… -
- ¿Diferente? –
- Claro – bajé la mirada, guardándome un par de lágrimas.
- Todos cambian, Giselle. Algunos para bien, otros para mal. Momentos así pueden acercarte o separarte de las personas que querés – entonces, al escuchar sus sabias palabras, no pude contener el llanto y las lágrimas me brotaron de los ojos. Sentí su mano acariciarme el hombro, rodeando con su brazo mi espalda. Estaba cálido. Me sentía protegida en sus brazos. Recosté mi cabeza en su hombro. Sentí unos latidos muy fuertes y rápidos, pero no sabría decir si eran los míos o los de él…
- Sería mejor que me vaya – interrumpió el silencio. Ya se escuchaban a lo lejos el paso de la camioneta de Anisa.
Me empujo un poco lejos de él, suavemente. Como si tuviera miedo de romperme. Y, claro está, yo estaba en un estado bastante débil. Se puso de pie y desapareció antes de que divisara a Anisa a lo lejos. Me sequé las lágrimas. Tenía la excusa de estar enferma para los ojos rojos y la nariz tapada.
Dormí toda la tarde. Me sentía más enferma aún. Tal vez hubiera preferido no ir a la escuela el martes. Me dejaron faltar el miércoles. Pero el jueves tenía examen de Historia y era el decisivo del trimestre, que ya cerraba. Estudié como pude.
Hoy ya es miércoles a la noche y estoy decidida a que mañana no le dirijo la palabra a Yamila. Ni siquiera contesté ninguno de los mensajes y llamados que me hizo hasta ahora.
Ojalá ya lleguen las vacaciones de invierno.

Recién salidito del horno... Por favor, den críticas (buenas o malas), que para algo está el libro de comentarios.
^^

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Deadly shoot